Por suerte, desde que Daniel Goleman puso de moda el concepto de 'inteligencia emocional' a mediados de los 90, se ha avanzado mucho ...
- Identificar las emociones. Es algo tan sencillo pero tan importante como tomar consciencia de qué emoción estamos experimentando y ponerle nombre. Esto para los niños es todo un reto porque de pequeños no tenemos consciencia de que las emociones existen (simplemente las experimentamos). Pero en ciertas situaciones para los adultos también resulta un reto porque muchas veces no somos conscientes de que una emoción nos ha secuestrado, nos está dominando y está condicionando nuestros comentarios y nuestra forma de actuar. Me parece muy ilustrativo el vídeo de sólo 60 segundos de "El monstruo de los colores" que es extremadamente sencillo pero que invita a la reflexión:
- Encontrar el desencadenante. Es decir, ser capaz de identificar cuál es el motivo que me ha llevado a experimentar esa emoción. En ciertos casos es muy fácil, como por ejemplo, cuando nos sentimos abatidos después de la bronca del jefe, pero en otras situaciones estamos tensos, irritables y enfadados y no sabemos exactamente por qué (posiblemente debido a que hay varias causas). En estos momentos es muy útil utilizar el método Socrático, que tan de moda ha vuelto a poner el coaching, y que consiste en realizar preguntas inteligentes para ir descubriendo qué hay detrás.
Si somos capaces de identificar las emociones en un momento de explosión interna en que el enfado o la rabia se apodera de nosotros, tendremos la capacidad de aplicar la técnica del semáforo para no actuar impulsivamente y evitar decir o actuar de una forma de la que después nos arrepentiríamos. La técnica del semáforo consiste en:
- Rojo: Stop: reprimir el impulso inicial de decir o actuar; quedarse quieto al menos 10 segundos
- Amarillo: Respirar pausadamente: darnos 30 segundos para valorar las alternativas que tenemos en frente nuestro
- Verde: Actuar con el propósito de encontrar una solución (en positivo) y, si es conveniente, incluso revisar lo que ha sucedido para evitar que ocurra de nuevo.
En definitiva, identificar las emociones y encontrar su desencadenante son pasos básicos pero no siempre fáciles para lograr controlar y gestionar nuestras emociones. Esto nos va a permitir comunicar de una forma más serena y menos impulsiva y la técnica del semáforo nos puede ayudar. No dejemos que las emociones nos dominen ni tampoco dejemos que dominen a nuestros hijos. Enseñemos a nuestros hijos a gestionar las emociones porque su éxito en la vida depende de ello.