- Los dos objetivos de la educación (si no sabemos qué queremos es difícil lograrlo)
- Los 6 ámbitos de la educación (en los que estás educando quizás sin saberlo)
- Las principales estrategias para dar una buena educación
Veamos cuáles son los objetivos, los distintos ámbitos de la educación y las principales estrategias que podemos utilizar para ser mejores padres.
Educar es acompañar a los hijos durante su periodo de maduración, desde que nacen hasta alrededor de los 20 años (a veces más), para lograr que sean autónomos y que tengan una personalidad equilibrada que les permita funcionar por el mundo, afrontar los retos que se le presenten y sacar jugo de la vida. Así pues, los dos objetivos principales de la educación son (1) dotar al niño de autonomía y (2) de una buena personalidad.
Objetivo 1: Autonomia
Todos los niños acaban siendo adultos (unos antes que otros) y nuestro objetivo es lograr que puedan valerse por si mismo para vivir su vida, perseguir sus sueños y resolver sus problemas. Si el niño pudiera ser totalmente autónomo a los 10 años ya tendríamos el trabajo hecho pero el cerebro ejecutivo (algunos los circuitos neuronales del cortex prefrontal) no termina su proceso de maduración hasta después de la pubertad.
Objetivo 2: Personalidad
La personalidad define quienes somos y está conformada por aspectos genéticos -el temperamento innato- (por ejemplo, hay niños nerviosos, otros extrovertidos y otros reflexivos) y por las experiencias vividas y la forma en cómo nos han educado. Nuestro objetivo como padres es ayudar al niño a desarrollar y consolidar una personalidad equilibrada y útil para vivir su vida con garantías de éxito. Hay muchos aspectos que integran la personalidad y algunos de los puntos importantes son (1) los valores en base a los que vivimos, (2) la forma de gestionar nuestras emociones, (3) el conjunto de habilidades que poseemos y (4) las herramientas que hemos puesto en nuestra 'caja' para resolver los retos que se nos presenten..
Educar es complejo porque abarca muchos aspectos distintos, y nos puede ayudar saber que tenemos 6 ámbitos en los que tenemos que ayudar al niño. Cada ámbito requiere de estrategias diferentes para ser trabajado y en la próxima sección apuntaremos las estrategias principales que tenemos a nuestro alcance. Primero veamos cuáles son esos 6 ámbitos.
Ámbito 1: Amor y Protección
Esta es la base de toda buena educación. El niño necesita ser protegido de los peligros del mundo exterior para poder crecer sin hacerse daño físico (caerse de un árbol o que un coche lo atropelle) ni daño mental (ver una película que no pueda entender o someterse a vivencias demasiado intensas para su edad). Es responsabilidad de los padres asegurar que el niño se mueve en un entorno que le garantiza que está protegido. Ahora bien, tampoco hay que sobre proteger porque el niño necesita experimentar, necesita acertar y también equivocarse en sus decisiones, necesita caerse para aprender; la sobre-protección puede llevarle a no vivir suficientes experiencias.
La protección debe ir acompañada de amor. El niño debe sentirse querido, debe sentirse amado y debe sentirse especial (todos somos especiales). El amor es la base sobre la que construir la autoestima, la confianza en uno mismo y en los demás, y la seguridad para afrontar los retos de la vida. Los padres queremos a los niños (con la triste excepción de algunos padres) pero a veces se nos olvida demostrárselo porque el día a día está lleno de tensiones y pasamos más tiempo regañando y dando órdenes que mostrando afecto y cariño. Hace años me dijeron una frase que quedó grabada en mi memoria: "cuando menos me lo merezco es cuando más lo necesito": cuando peor se esté portando el niño y cuando más enfadado estés con él, más importante es mostrarle que le quieres.
Ámbito 2: Gestión emocional
Somos seres emocionales que racionalizamos nuestras decisiones. Los animales funcionan en base a emoción-reacción (me pisas la cola, me enfado y te muerdo) pero los humanos tenemos la capacidad de funcionar en base a emoción-decisión-reacción (me insultas, me enfado, decido no pegarte, te ignoro). Ahora bien, durante los primeros años de vida el niño tiene una amígdala (la parte del cerebro que genera las emociones) que lo inunda de emociones mientras que la parte derecha de su cerebro ejecutivo (el cortex prefrontal derecho que tiene la capacidad de gestionar las emociones) aún no está maduro y no le permite gestionar sus emociones adecuadamente; por eso cuando se enfada llora, grita, pega y muchas otras cosas. Nuestro papel como padres es actuar como cerebro ejecutivo del niño; ya que el no tiene nosotros lo suplimos dicíendole "si te enfadas no grites ni pegues" y, de paso, esto le da pautas para que su cerebro ejecutivo sepa cómo actuar y qué órdenes dar cuando esté capacitado para hacerlo.
La gestión emocional es inmensamente importante y creo que no somos conscientes de hasta que punto nos dominan las emociones y de cómo se beneficiaria nuestra vida si realizáramos una gestión emocional óptima. Muchos adultos no han desarrollado adecuadamente su gestión emocional y cuando se enfadan gritan, cuando tienen un problema en el trabajo lo descargan con los hijos o cuando alguien les corta el paso con el coche bajan la ventanilla e insultan. Es difícil pedirle a los padres que eduquen a sus hijos en un ámbito que quizás ni ellos mismos controlan pero la realidad es que el niño se beneficiará enormemente si le ayudamos a:
- Identificar las emociones que genera su amígdala. Apenas tenemos control sobre la emoción que crea la amígdala, es decir, no podemos controlar la emoción que genera, pero si podemos identificarla para después poder controlarla. Para ello es bueno poner nombre y etiquetar la emoción. ('Estoy enfadado', 'Estoy nervioso'). No hay que negar la emoción ni hay que luchar contra ella; el primer paso es reconocerla y aceptarla.
- Entender la causa o las múltiples causas que la han generado esa emoción; si sabemos el origen se nos abre la posibilidad de actuar para reconducir la situación.
- Decidir cuál es la mejor respuesta que podemos dar ante esa situación y ante la emoción que nos causa. Es decir, tener la posibilidad de decidir cómo actuar en lugar de simplemente reaccionar (por ejemplo, sonreír en lugar de gritar).
- Aprender de la situación y planificar estrategias para actuar la próxima vez que se genera esa situación-emoción; es decir, aprender de la experiencia para hacerlo mejor la próxima vez.
Ámbito 3: Valores
Nos movemos por el mundo, interpretamos la realidad y vivimos la vida en base a los valores que para nosotros son importantes. De hecho, podemos definir un 'valor' como aquello que es importante para nosotros (familia, respeto, deporte, amistad). Gran parte de la educación es transmitir al niño los valores que como padres creemos que debería tener; aunque durante la adolescencia y durante la edad adulta el joven/adulto puede modificar sus valores y escoger los que él considere adecuados.
Hay valores que enseñamos de forma consciente (enseñanza directa) y a los que dedicamos mucha energía para que sean aprendidos como son el respecto (no permitimos que el niño falta a nadie el respeto), la educación/cortesía (dar las gracias y hablar educadamente), la amistad (fomentamos que el niño tenga amigos), el orden (hacemos que el niño ordene los juguetes), la constancia o la responsabilidad. Hay otros valores que el niño vive y ve a su alrededor; es decir, que el niño aprende aunque no se los enseñemos directamente (enseñanza indirecta) como pueden ser el respeto a la naturaleza, el trato a los demás y un etcétera que dependerá de cada familia.
Así pues, debemos ser conscientes de qué valores queremos que el niño aprenda por enseñanza directa y cuáles por enseñanza indirecta (o por ósmosis como me gusta llamarlo). Si queremos enseñar por osmosis podemos apuntar al niño por ejemplo a algún club o colectivo donde se viva ese valor; por ejemplo, al centro excursionista si queremos que viva el valor de la naturaleza y del compañerismo. Esto también es educar en valores.
Ámbito 4: Hábitos saludables
Un gran esfuerzo de los padres va dedicado a educar al niño para que coja unos hábitos saludables como lavarse los dientes, comer verdura, no comer chuches o ducharse cada día. Dentro de estos hábitos saludables también se incluyen hábitos sociales saludables cómo saludar cuando entramos en una tienda; en este punto confluyen la educación de hábitos y de valores porque ciertos valores los enseñamos a base de crear un hábito.
Es bueno hacer una lista de los 10 hábitos más importantes que queremos que nuestro hijo aprenda para tomar consciencia de ellos (a veces ni sabemos que estamos educando un hábito y simplemente lo hacemos porque acertadamente creemos que se tiene que hacer) y para dedicar más energía a esos top 10 y menos al resto.
Ámbito 5: Entender el mundo
La realidad que rodea al niño es abrumadora y por eso tiene que ir descubriendo el mundo poco a poco a medida que esté preparado para entender las cosas. Debemos actuar como filtro para que no le llegue toda la realidad como, por ejemplo, para mencionar alguno obvio, que un niño de 3 años no vea un hombre desangrándose en un accidente o no explicarle ciertos aspectos de una guerra. A medida que el niño va creciendo debemos asegurar que el niño va entendiendo la complejidad del mundo, las distintas formas de actuar que existen y la bondad o maldad de ciertas personas; en definitiva que descubra el mundo en toda su amplitud.
Al mismo tiempo, es muy importante incentivar su curiosidad por conocer aquello que le rodea. La curiosidad del niño es la base de su aprendizaje e incluso del desarrollo de su inteligencia. Preguntarse el por qué de las cosas, cuestionarse la manera de actuar de los demás o buscar respuestas que otros no tienen son excelentes formas de tener una buena comprensión del mundo y son una parte fundamental de la educación del niño.
Ámbito 6: Habilidades
Hay padres que apuntan al niño a música para que aprenda a tocar el violín, otros cuando el niño se lo pide lo apuntan a fútbol, a ballet o a psicina. Estas actividades pueden tener beneficios múltiple como hacer ejercicio, socializar, llenar el tiempo, aprender a ser constante y también desarrollar esa habilidad. Parte de la educación como padres es ayudar al niño a que potencie ciertas habilidades para que cuando sea mayor las tenga como activos y le puedan ayudar a sentirse mejor o a lograr sus objetivos.
En este ámbito de la educación hay que ser consciente que el niño tiene unas habilidades innatas y, por ejemplo, le resultará más fácil tocar la guitarra que jugar al fútbol (o al revés). Normalmente aquello que se nos da bien acaba gustándonos (aunque no siempre es así) y hay que escuchar al niño para ver qué intereses tiene y facilitar que los desarrolle y los disfrute. Hay otras habilidades en las que el niño no tiene un interés especial pero que sabemos que le pueden ayudar de mayor como razonar, resolver problemas, cocinar, coser o hacer manualidades.
Hay una habilidad a la que prestamos poca atención pero que es capital: la comunicación. Todos necesitamos comunicar cada día en el colegio, en la universidad, en el trabajo, con los amigos, con la familia o con los clientes, pero nadie nos enseña como hacerlo. Ser un buen comunicador puede abrir muchas puertas al niño en el futuro tanto a nivel de relaciones personales como a nivel profesional. Como padres es acertado dedicar esfuerzos también a desarrollar esta habilidad incentivando la lectura o apuntando al niño a teatro.
Educar al niño en estos 6 ámbitos es laborioso y requiere mucho esfuerzo y mucha constancia. Hay algunos aspectos que desgastan especialmente como tener que repetir las cosas 20 veces porque el niño no hace caso a la primera o tener que lidiar con un niño que llora porque las emociones se apoderan de él. Los padres deben cargarse de paciencia e incluso de humor para superar los retos de la educación. Todos queremos ser buenos padres pero no siempre es fácil; a veces porque no sabemos qué hacer en algunas situaciones y otras veces porque quizás sabemos qué hacer pero requiere mucho esfuerzo.
Hay algunas estrategias que tenemos a nuestro alcance y que nos ayudarán a educar al niño en los ámbito que hemos apuntado. De hecho cada ámbito puede requerir de un conjunto de estrategias distintas y algunas de ellas ya las hemos mencionado en el apartado anterior (por ejemplo, para educar el valor de la naturaleza podemos apuntar al niño al centro excursionista). A continuación repasamos algunas estrategias ya mencionadas y apuntamos otras nuevas.
La estrategia principal a la que se hace referencia con frecuencia es establecer normas y límites (de hecho, un límite es parte de una norma). Para que las normas sean efectivas debemos:
- Explicarlas claramente e incluso tenerlas escritas y colgadas en un lugar visible
- Definir consecuencias claras de qué pasará si no se cumple la norma
- Estar dispuesto a hacer respetar el límite e imponerse ante las quejas del niño; las normas no se deben cuestionar continuamente, sino que deben simplemente respetarse
- Ser constante y no dejar pasar ni una (la constancia es el secreto del éxito)
Más allá de las normas hay otras estrategias que nos van a ser útiles para trabajar los 6 ámbitos de la educación. Veamos primero algunas formas de actuar que no son deseables y que voy a formular en negativo para reforzar que es recomendable huir de ellas:
- No gritar. No dejarnos llevar por el enfado (aunque a veces es muy difícil), respirar profundo y hablar de forma calmada y asertiva. Un estrategia útil es, en lugar de repetir lo mismo 20 veces (esto produce un desgaste increíble), mejor poner una norma que diga que a la tercera hay consecuencias. Hablar a nuestro hijo desde el enfado y a través del grito es muy poco efectivo para educarlo.
- No etiquetarlo ni compararlo. No descalificar al niño (eres tonto, eres vago) ni compararlo con los hermanos o con otros niños (tu hermano lo hace mejor). Tampoco definirlo con el verbo 'ser' diciendo "tu eres poco trabajador" (si yo "soy" es difícil cambiar) sino mejor decir "hoy no has hecho los deberes" (si yo "no he hecho" entonces es fácil hacerlo distinto la próxima vez).
- No asfixiar estando encima de todos los detalles. Si nos pasamos el día diciendo 'no' o 'cuidado' o 'no hagas esto' el niño se sentirá asfixiado y no distinguirá que es realmente importante de lo que son detalles. Es más efectivo centrase en lo importante y ser transigente con esas pequeñas cosas que no son tan importantes; eso hará que el niño esté más receptivo cuando le llamemos la atención y nos permitirá a los padres no estar tan tensos (no tendremos la sensación de ser un policía continuamente).
El resto de estrategias positivas que nos pueden ayudar son:
- Dejar que experimente y se equivoque. Una parte importante del aprendizaje lo realiza el niño por sí solo y nuestra labor como padres es darle un entorno seguro sin riesgos excesivos para que pueda experimentar. Es decir, es bueno darle margen para que se caiga de la bici para aprender a tener equilibrio pero obviamente no es bueno permitir que se caiga por un precipicio. Saber hasta que punto debemos dejar libre a nuestro hijo es uno de los aspectos difíciles de la educación. En este sentido, si nos quedamos cortos y sobre-protegemos al niño no le permitimos experimentar ni aprender por sí mismo y le estaremos limitando su crecimiento.
- Escuchar al niño e intentar entender sus intereses reales. Cada niño es único y debemos descubrir qué le gusta y que le interesa.. A veces ni él sabe exactamente que quiere y nosotros le podemos ayudar a descubrirlo a través de preguntas y sugerencias. Es decir, debemos ayudar al niño a descubrir su identidad y su singularidad; esto ayudará a que se sienta especial.
- Reforzar el comportamiento positivo felicitando al niño y reconociendo sus esfuerzos. La tendencia es a educar sólo sobre lo que se hace mal (nos pasamos el día regañando y diciendo 'no hagas esto') pero es altamente efectivo reconocer lo que se hace bien porque el niño tendrá un incentivo para continuar haciéndolo y le dará una motivación para hacer las cosas bien hecha. Un aspecto delicado es cómo mostrar ese reconocimiento positivo porque puede ser a través de un halago (la palabra), con un beso (contacto físico) o, como hacen algunos padres, con premios y regalos.
- Dar ejemplo como alternativa a dar grandes sermones; de poco sirve decir "no insultes" si tu insultas. Al final "el niño no aprende lo que dices sino lo que haces".
- Realizar preguntas y reflexiones para ayudarle a descubrir el mundo, incentivar su curiosidad o incluso para hacerle ver que su forma de actuar no ha sido la correcta. El método socrático de realizar preguntas puedes ser muy efectivo y podríamos usarlo mucho más de lo que solemos.
En definitiva, la educación es una tarea a veces ardua y en momentos hasta pesada pero cuando vemos los frutos que da es tremendamente agradecida. Nuestra responsabilidad como padres es enorme porque el futuro de nuestro hijo depende en gran medida de cómo le eduquemos. Todos queremos ser buenos padres y hemos visto que eso pasa por tener claros los objetivos que perseguimos, educar al niño en 6 ámbitos distintos y utilizar estrategias efectivas. Con voluntad, constancia y amor todos seremos los mejores padres del mundo.