Steve Jobs
, el gran gurú de las presentaciones en público, también tuvo que aprender cómo hablar bien y hacer buenos discursos. Nadie nace enseñado
. Nadie sin experiencia previa se levanta una mañana y se le ocurre presentar el MacBook Air sacándolo de un sobre para demostrar lo delgado que es. Nadie en su primer discurso escribe «I have a dream» como hizo Martin Luther King
en su discurso más famoso. Y nadie mueve masas diciendo «Yes we can» como hizo Barack Obama
en su campaña electoral.
Todos debemos aprender, y la mejor forma de hacerlo es intentarlo y equivocarse. Hay que subir a la bici y hay que caerse varias veces antes de aprender a mantener el equilibrio. El proceso de aprendizaje de habilidades siempre es así: prueba y error hasta que el cerebro aprende cómo hacerlo bien. Y hablar en público es una habilidad que requiere ser ejercitada para mejorar. Es muy instructivo ver cómo Steve Jobs
, en un discurso de sus inicios (ver vídeo más abajo), arranca de una forma poco deseable
.
En este discurso Jobs llega tarde (algo a evitar siempre) y empieza disculpándose con la excusa de que no encontraba sitio para aparcar el coche. Las primeras palabras nunca deberían ser de disculpa
. Ese primer momento debe estar destinado a captar la atención del público y a generar una buena primera impresión. Además, su nivel de energía
durante esas primeras palabras es demasiado bajo y su postura corporal
tampoco transmite fuerza ni convicción.
Ahora bien, Jobs rápidamente coge el rumbo correcto y cuenta una historia personal y nos dice que esa mañana un periodista le llevó a una escuela para hacer una entrevista. A partir de ese momento ya nos tiene enganchado y queremos saber qué más quiere contarnos. Las historia sí son una excelente forma de empezar una presentación.
La lección que nos enseña Steve Jobs es que nadie nace enseñado y que todos podemos ser grandes presentadores si dedicamos esfuerzos a lograrlo. Práctica, práctica y práctica, ese es el secreto del éxito.