Era un viernes del mes de junio del año 1.999 y yo aterrizaba en Barcelona después de haber pasado toda la semana trabajando en Madrid realizando un proyecto de consultoría para un cliente del sector de las telecomunicaciones. Eran las 9 de la noche y me había quedado medio dormido en el avión fruto del cansancio acumulado durante toda la semana. Había sido una semana especialmente dura porque el cliente me había apretado los plazos y tenía que terminar el proyecto en menos tiempo y eso suponía trabajar hasta más tarde cada día.
Salí de la terminal C del puente aéreo y el aire caliente en mi cara me quería recordar que era verano y que tenía un fin de semana por delante para relajarme, pero tenía la cabeza cargada de problemas y sabía que durante el fin de semana tendría que trabajar unas cuantas horas para adelantar trabajo.
Andaba apresurado para llegar al taxi cuanto antes, cuando vi un Mercedes antiguo de color oscuro que se paraba a mi lado; giré la cabeza y en el interior, cogiendo el volante estaba Eugenio. Me miró fugazmente con su semblante siempre serio y a mi se me dibujo una sonrisa en los labios. De pronto todos los problemas habían desaparecido y empecé a recordar sus chistes. Esa fue la primera y la última vez que vi a Eugenio en persona.
Eugenio tenía el poder, al igual que otros humoristas, de cambiarte el estado de ánimo con cuatro palabras: «Dios dame paciencia, pero ya!». Pero Eugenio tenía otra cualidad que otros humoristas no tienen: contaba chistes de situaciones cotidianas mientras que los humoristas actuales cuentan historias (hacen Stand Up Comedy). Ese cúmulo de chistes cortos vinculados con situaciones cotidianas hace que Eugenio fuera especial.
«Un hombre va a una entrevista de trabajo y pregunta ¿Cuanto pagan? Y el entrevistador le dice ‘Ahora poco pero más adelante el doble’. Y el hombre dice ‘ vale, pues ya vendré más adelante'». Eugenio marcó una época, marcó a una generación, me marcó a mi. Sus chistes forman parte de mi manera de ver el mundo y muchas veces cuando estoy en una entrevista y alguien me pregunta cuál es el sueldo, me acuerdo de Eugenio y me río. Hay muchas situaciones del día a día que me generan una sonrisa y mi mujer a veces me pregunta «¿Qué pasa?» y yo le respondo «Nada, que me he acordado de un chiste de Eugenio».
Eugenio nos regaló sus gafas para ver la realidad a través de su humor, y por eso, aunque su cuerpo se fue hoy hace 15 años, el 11 de Marzo de 2.001, él sigue estando con todos nosotros y a mi me sigue haciendo compañía y contando sus chistes cada día.
Me despido con una recopilación de algunos de sus mejores chistes. Que rías mucho!