
Decir adiós no es fácil. Hablar en el funeral de una persona querida puede ser un reto mayúsculo porque las emociones son intensas y nos pueden llegar a desbordar. Si a esto le sumamos el miedo escénico a hablar en público llegamos a la conclusión que con humor apuntaba Mark Twain: “En un funeral la mayoría de personas preferiría estar en el ataúd antes que estar de pie dando el discurso de despedida”.
Quiero animarte a hablar en el próximo funeral al que debas asistir (discurso llamado Elogía o Elogio) porque, si bien puede suponer un gran esfuerzo, te aportará muchas cosas positivas. Expresar tus emociones te hará sentirte mejor, tus palabras te conectarán emocionalmente a todos los que te escuchen, llegarás a sus corazones, crearás vínculos profundos con ellos y te recordarán durante mucho tiempo. Yo hablé en el funeral de mi madre hace 4 años y, por difícil que me resultara en ese momento, me alegro de haberlo hecho.
Te podría decir que mi motivación para escribir estas líneas es compartir contigo cómo dar un discurso en un funeral (y lo haré), pero en realidad me mueve poder despedirme de mi tío Francesc Roura Angelats que murió este lunes 15 de Octubre de 2018 a la edad de 63 años. Francesc fue el segundo marido de mi tia Present y mientras estuvieron casados tuvimos una relación cercana, pero lo que me unió de verdad a Francesc fue su enfermedad, o mejor dicho, su forma de luchar contra el ictus primero y contra el cáncer después. Cuando Present y Francesc se separaron seguí sintiendo a Francesc como de la familia, nos cruzábamos con regularidad en las calles de Sant Pol y en especial compartíamos momentos en el café Ca l’Arau desde donde escribo estas líneas.
Te quiero proponer una buena forma de organizar tus ideas cuando quieres decir adiós a una persona querida en un funeral y ejemplificarlo con mi adiós a Francesc. Una posible estructura de un discurso ceremonial es la siguiente:
- Exponer porque nos hemos reunido
- Reconocer la emoción de los asistentes
- Reconocer tus propias emociones (introspección)
- Unir las emociones a un valor superior (dar sentido a aquello que sentimos)
- Mirar al futuro en positivo
Estas son mis palabras de despedida a Francesc:
Parte 1: Por qué nos hemos reunido y reconocer las emociones que todos sentimos
Francesc no era creyente y no quiso que hubiera funeral, y la familia por indicación suya, organizó una jornada de velatorio y después procedió a su cremación en intimidad; tristemente, yo no pude asistir porque estaba de viaje. Me hubiera gustado estar allí pero todo fue muy rápido y estas lineas son mi manera de despedirme. No tengo ninguna duda que, si hubiera habido funeral, la iglesia de Sant Pol hubiera estado desbordada con todos aquellos que le querían. Francesc era querido por todo el pueblo e incluso podría decir que era admirado por unos cuantos entre los que me incluyo. Estos últimos años cuando Francesc salía a la calle siempre tenía una sonrisa en los labios, saludaba a todo el mundo y mantenía una actitud positiva. Nunca se quejaba a pesar de andar con dificultad, costarle articular las palabras y estar sufriendo la dureza de la quimioterapia.
Parte 2: Reconocer tus propias emociones (introspección)
Yo tengo que reconocer que no sólo siento una profunda tristeza, sino también tengo una sensación de enfado conmigo mismo porque no hice suficiente por él: no le ayudé a escribir su libro. Recuerdo que hace un par de años nos empezamos a ver con más frecuencia de la que venía siendo habitual porque coincidíamos en Ca l’Arau a la hora de tomar el café. En esos momentos Francesc estaba luchando contra su cáncer de páncreas y estaba siendo sometido a interminables sesiones de quimioterapia que le provocaban dolores, gran malestar, vómitos y agotamiento. Tras cada una de esas sesiones, y durante unos días, no tenía fuerza para salir a la calle; cuando finalmente recuperaba un poco de energía, se vestía, se ponía una sonrisa en la cara, salía a pasear y se acercaba al bar a tomar su “desgraciado” (como él llamaba al café porque era descafeinado y con leche de avena). Yo le veía entrar con el bastón (muleta) que le ayudaba a andar y con su inconfundible gorro vaquero que le protegía del sol.
Al verme, se detenía, me saludaba y me explicaba en positivo cómo iba avanzando el tratamiento. En esa época me empezó a explicar que quería escribir un libro para explicar sus vivencias y compartir todas los dificultades que había superado a lo largo de su vida. Muchas noches se sentaba en frente del ordenador y con mucha dificultad escribía unas líneas con sus reflexiones. Un día me pidió mi email y me mandó unas cuantas páginas que había acumulado. Yo aún sabiendo de su ilusión por escribir el libro, me limité a darle mi opinión y a animarlo a seguir escribiendo, pero no le ayudé en nada. Me podría excusar en la carga de trabajo que tenía en esa época, pero no quiero ni debo excusarme, porque cuando algo es realmente importante en la vida deberíamos saberlo identificar y dedicarle los esfuerzos necesarios; no tengo excusa. Por suerte, gracias a su determinación, Francesc encontró ayuda y terminó publicando sus notas en forma de diario-libro titulado “Com un roure: Un roure creix contra el vent” (jugando con la similitud de su apellido y del árbol roble -roure en catalán-). Me invade el enfado por no haberle ayudado y al mismo tiempo la alegría de saber que sus notas vieron la luz: pudo hacer realidad su ilusión.
Parte 3: Unir las emociones a un valor superior
El dolor que todos sentimos es un reflejo del aprecio y del amor que sentíamos por él. Creo que todos estaremos de acuerdo en afirmar que Francesc es un ejemplo a seguir. El ictus que sufrió a los 40 años le dejó durante tiempo sin movilidad corporal, sentado en una silla de ruedas, y sin apenas poder hablar; pero su determinación por recuperarse le permitió con el tiempo volver a andar (con la ayuda de una muleta) y a hablar suficientemente como para comunicarse y tener conversaciones sencillas. La vida le volvió a golpear con un cáncer de páncreas que tras un largo tratamiento de quimioterapia y radioterapia parecía haber superado; pero al cabo de unos meses le detectaron metástasis en el hígado y debió volverse a someter a interminables sesiones de tratamiento de quimio y radio. Aguantó todo el proceso con entereza, con una fuerza envidiable y con una actitud muy positiva. En la fase final del tratamiento, una complicación en la operación que finalmente le iba a extirpar el cáncer, hizo que le dejara de latir el corazón. La vida fue muy dura con él, pero siempre recordaré su fuerza, su actitud y su sonrisa.
Parte 4: Mirar al futuro en positivo
Francesc desde la modestia y la humildad nos enseñó a todos una gran lección. La vida está llena de dificultades y retos y está en nuestras manos bajar la cabeza y quejarnos, o como hizo Francesc, mantener la cabeza alta y tener una actitud positiva. Como dice la canción “La Vall del Riu Vermell” me despido de Francesc diciéndole “trobarem a falta el teu somriure” (echaremos en falta tu sonrisa). Estarás siempre en nuestro corazón.
Te desearía que no tuvieras que asistir a ningún funeral, pero lamentablemente el paso inexorable de los años hará que alguna personas que queremos vayan dejándonos. Te animo a que la próxima vez que asistas a un funeral te levantes y digas unas palabras para decir adiós a la persona querida. Decir adiós no es fácil, pero decir adiós es necesario.