Suena el despertador y, mientras lo apagas, de reojo ves que son las 7am. Lo primero que te viene a la mente es que ayer trabajaste hasta muy tarde y te acostaste a las 2 de la madrugada porque hoy a las 9 en punto tienes esa presentación importante ante ese potencial cliente que si firma te salva el año. Te levantas y te das cuenta que te duele todo el cuerpo de haber dormido poco y, cuando te pones en frente del espejo para lavarte los dientes, ves tu cara desencajada y te preguntas: ¿Este soy yo? ¿De verdad? ¿Cómo he llegado hasta aquí?.
La respuesta es fácil y compleja a la vez. Eres genética y experiencias, y la combinación de estos dos factores te ha llevado a ser quién eres y a vivir la vida que has decidido vivir; o ¿Debería decir ‘Que te ha tocado vivir’? ¿Por qué realmente has podido escoger tu vida o te ha venido determinada por tu genética y tu entorno?. El filósofo José Ortega y Gasset en su obra Meditaciones del Quijote nos recordó que “El hombre es él y sus circunstancias”; yo lo traduzco diciendo que el hombre es su genética y sus experiencias (circunstancias, entorno, ambiente). Si quieres comprender quién es la persona que ves en el espejo, debes entender qué te ha traído hasta el presente y te invito a reflexionar sobre estos tres elementos:
- El condicionamiento genético
- Las experiencias que te han moldeado
- El baile entra la genética y las experiencias
El condicionamiento genético
La genética no nos define pero tiene un peso importante en quiénes acabamos siendo. El psiquiatra Luís Rojas Marcos apunta que la genética nos determina en un 30% y el resto es fruto del ambiente y las experiencias. Así pues, la dotación genética determina nuestro punto de partida; nacemos siendo una tábula no-rasa con una genética que define nuestro temperamento, nuestras reacciones emocionales y nuestras capacidades potenciales. La neuro-ciencia está dando pasos de gigante para entender ese temperamento con el que nacemos; Richard Davidson ha descubierto que nuestro perfil emocional tiene 6 rasgos marcados en nuestro cerebro -es decir, no hablamos de características abstractas de la personalidad sino de circuitos neuronales observables-:
- Resiliencia: capacidad para recuperarse ante la adversidad
- Actitud: tiempo que somos capaces de mantener las emociones positivas
- Intuición Social: facilidad para captar los mensajes sociales de los que nos rodean
- Autoconciencia: capacidad para percibir los sentimientos corporales
- Sensibilidad al Contexto: forma de regular nuestra respuestas emocionales según el contexto
- Atención: facilidad con la que nos concentramos
Podemos entender el cerebro como una tabla de mezclas -ver imagen- con muchos parámetros que pueden ajustarse en distinto grado; es decir, no se trata de tener o no un rasgo (por ejemplo, ser extrovertido) sino que debemos entender en que grado de fuerza se expresa; por ejemplo en grado 5 en una escala de -10 a 10. Entender cómo tenemos graduados los distintos ‘rasgos’ de forma genética nos ayuda a comprender nuestra forma de funcionar y por qué hemos tenido una inclinación a desarrollarnos de una determinada manera. Más allá de nuestro perfil emocional hay muchos otros elementos de nuestra genética que nos condicionan, como por ejemplo, nuestra apariencia física, nuestra salud de base, o nuestras capacidades potenciales.
En este sentido, Howard Garner apuntó las principales “inteligencias» que existen en la persona (yo prefiero hablar de “capacidades”) y que tienen una cierta graduación al nacer, es decir, están ajustadas en nuestra tabla de mezclas; por ejemplo, los deportistas de élite como Rafa Nadal o Fernando Alonso, nacieron con una buena coordinación corporal y una gran visión espacial. Sobre este punto de partida innato-genético, y en función de las experiencias que tengamos, acabaremos desarrollando las capacidades en mayor o menor medida. Las 8 capacidades principales (podríamos añadir más a la lista) son:
- Lógico-Matemática
- Lingüística
- Inter-Personal
- Intra-Personal
- Visual-Espacial
- Cinético-Corporal
- Artística (musical)
- Sistémica – Naturalista
Conocer los elementos principales de nuestra base genética ayuda a entendernos mejor; ahora bien, como hemos comentado, la genética no puede entenderse de forma aislada y a continuación veremos el papel de las experiencias y el ‘baile’ que tiene con la genética.
Las experiencias nos moldean
Al nacer, si bien hay circuitos neuronales que determinan nuestro temperamento y nuestras capacidades potenciales, podemos observar que la inmensa mayoría de los 100 mil millones de neuronas que forman nuestro cerebro tienen muy pocas conexiones con las neuronas que las rodean, es decir, almacenan muy poca información y hay muy pocos patrones grabados (no son una tábula rasa pero se le parece). Es curioso ver que durante los 2-3 primeros años de vida, como consecuencia de todas las experiencias que vamos viviendo, las neuronas establecen un sinfín de conexiones hasta llegar a los 100 billones de sinapsis (en ese periodo se establecen 2 millones de conexiones por segundo!); según explica el neuro-científico David Eagleman, las neuronas establecen el doble de conexiones que acabaremos teniendo de mayores y, a partir de los 3 años, nos dedicamos a “podar el árbol” y eliminar las conexiones que no necesitamos para terminar quedándonos con sólo la mitad de ellas; sólo persisten aquellas que utilizamos repetidamente.
Al mismo tiempo, el psicólogo y biólogo suizo Jean Piaget ya apunto que el proceso de desarrollo cognitivo que nos lleva de niños a adultos pasa por unas etapas sensibles en las que maduran distintos aspectos de nuestra personalidad y nuestra psique. Estos periodos sensibles se ven influenciados por el ‘ambiente’ que nos rodea que abarca aspectos tan importantes como la cultura en que vivimos, nuestros padres y la educación que nos dan, las circunstancias que nos rodean (guerra, hambre, enfermedades), los amigos que tenemos, la contaminación del aire y el sinfín de micro-experiencias que vivimos a diario. Esta suma de ambiente y experiencias nos generan unos aprendizajes que mi amigo Xavi Pont clasifica en tres tipos:
- Aprendizajes inconscientes: No tenemos consciencia de que estamos aprendiendo de todo aquello que nos rodea y de todas las interacciones que vivimos (los padres tienen un peso enorme en los primeros años y sin darnos cuenta los modelamos -copiamos todo lo que hacen-)
- Aprendizajes condicionados: Aquellos aprendizajes que, siendo conscientes o inconscientes para nosotros, alguien nos los está imponiendo (nos condiciona) posiblemente con buenas intenciones: por ejemplo, nuestros padres nos enseñan a ser educados, a desconfiar de extraños o a tocar el piano.
- Aprendizajes conscientes: Cuando el niño ya tiene la consciencia desarrollada y su cerebro ejecutivo empieza a identificar motivaciones y definir objetivos, el niño puede escoger aprender a bailar, a tocar la guitarra o interesarse por la geología. Ahora bien, los aspectos claves de la personalidad ya están fijados cuando llegamos a la etapa del aprendizaje consciente y nos será muy difícil cambiar si somos introvertidos o extrovertidos, si tenemos una actitud siempre alegre o si somos organizados. Como dice Xavi Pont “el aprendizaje consciente llega tarde para cambiar aspectos clave de la personalidad”.
Baile entre Genética y Experiencias
Es interesante señalar que las experiencias y la genética se retro-alimentan de forma continua y se condicionan la una a la otra. Es decir, no se puede entender a una persona sin entender el ambiente en el que se desarrolla.
Las principales retro-alimentaciones que se dan son:
- La genética condiciona las experiencias que escogemos. Si la genética del niño le facilita que juegue mejor a fútbol que a basquet, posiblemente a la hora del patio preferirá ir al campo de fútbol; esta decisión/motivación le levará a tener determinadas experiencias, tener ciertos amigos e incluso condicionará su forma de vestir y quizás su alimentación (por mencionar algunos de los aspectos).
- La genética también afecta la manera como vivimos las experiencias; la misma experiencia es vivida de forma distinta por dos personas diferentes y, por lo tanto, les afecta de manera distinta. Por ejemplo, la experiencia de ir al parque y estar rodeado por multitud de niños gritando será vivida de manera diferente por un niño extrovertido que por un niño introvertido.
- Las experiencias, como bien sabemos, nos permiten desarrollar ciertas capacidades innatas y crecer en ciertas dimensiones. Los jugadores de futbol profesional, como Messi o Ronaldo, nacieron con un gran potencial genético para jugar a futbol, pero si de pequeños no hubieran tenido nunca una pelota en los pies, quizás porque hubieran vivido en una montaña del Tibet, no habrían sido buenos jugadores (de hecho, ni tan siquiera hubieran jugado a fútbol). El talento puede ser innato pero la habilidad se desarrolla con mucha práctica y mucho esfuerzo.
- El entorno que nos rodea también condicionan enormemente si jugaremos a fútbol o a beisbol, si nos interesarán las matemáticas o la filología o si viviremos de manera más o menos san
- Epigenética: Las experiencias, o en este caso deberíamos decir el “ambiente», influyen en gran medida en los genes que expresamos y, por tanto, en cómo desarrollamos nuestro potencial genético. La epigenética estudia el conjunto de reacciones químicas y procesos que modifican la actividad del ADN sin alterar su secuencia; es decir, estudia aquellos factores y mecanismos que hacen que unos determinados genes (dentro de nuestro ADN) se expresen o queden silenciados. Estos mecanismos están muy influenciados por el entorno en que vivimos que a nivel químico acabará afectando al ambiente celular en el que flota y se expresa el ADN. Así pues, nuestra alimentación, la calidad del aire que respiramos o la cantidad de luz solar que nos toca afectará a como se desarrolla nuestro cuerpo y nuestro potencial.